sábado, 22 de diciembre de 2007

VENTURA RODRIGUEZ

Ventura Rodríguez
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Ventura Rodríguez, de Francisco de Goya. 1786. Nationalmuseum (Estocolmo, Suecia)Ventura Rodríguez (Ciempozuelos, Madrid, 1717 - Madrid, 1785), arquitecto español del siglo XVIII. Uno de los mejores arquitectos españoles de su época, su trayectoria se sitúa a caballo entre dos grandes corrientes artísticas: el Barroco y el neoclasicismo.

Era hijo de un modesto albañil que trabajaba en las obras del Real Sitio y Villa de Aranjuez. Mientras ayudaba a su padre dio pruebas de una fuerte y hábil inclinación hacia el dibujo, de modo que no tardo en hallar ocupación como delineante de los ingenieros franceses que dirigían las obras (Marchand y Brachelieu). Con motivo del traslado de la corte a Aranjuez, el arquitecto Filippo Juvara (encargado del proyecto del Palacio Real de Madrid) tiene ocasión de ver unos croquis de Ventura Rodríguez, y solicita al rey que le fuera asignado como delineante. El arquitecto italiano se convirtió entonces en maestro de Rodríguez, de forma que a su muerte en 1736, su sucesor al frente del proyecto del Palacio Real, Giovanni Battista Sacchetti, lo mantuvo con él. En 1741 ostentaba ya el cargo de aparejador segundo del Palacio Real.

Con un profundo conocimiento de la arquitectura de Gian Lorenzo Bernini y Francesco Borromini, fue depurando sus gustos barrocos para seguir una línea más herreriana. En 1747 fue nombrado en Roma académico de mérito de la Academia de San Lucas.

Entre 1749 y 1753 construye la iglesia parroquial de San Marcos en Madrid, con una planta de cinco elipses sucesivas (sorprendente por la inversión de valores, la articulación disimétrica de los espacios y la resonancia de sus bóvedas elípticas) y una fachada de orden gigante flanqueada por antecuerpos curvos que conforman un atrio cóncavo. En 1752 fue nombrado director de los estudios de arquitectura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

En 1750 recibió el encargo para la remodelación y terminación de la basílica del Pilar de Zaragoza. Los anteriores proyectos de Herrera, Perelada y Domingo de Yarza no lograban satisfacer las tres exigencias del cabildo: distancia conveniente al río, orientación apropiada y alineación de la fábrica del templo en consonancia con la mirada de la virgen. El hábil proyecto de Ventura satisfizo tales requisitos y, de esta forma, el arquitecto se apuntó uno de sus mayores y más populares triunfos. Sugirió la solución del alojamiento de la capilla de la Virgen en un templete de planta cuadrilobulada a base de sectores circulares y bóveda elipsoidal. Es precisamente en esta capilla donde se produce la transición del estilo barroco al neoclásico, manifestándose este último en la decoración del interior del templo.

El cabildo de la catedral de Cuenca reclamó sus servicios para levantar un Transparente (ventana de cristales que ilumina y adorna el fondo de un altar) que rivalizara con el levantado por Narciso Tomé en la catedral de Toledo. Rodríguez lo situó en un ambulatorio gótico, de forma que resplandeciera gracias a la iluminación posterior e indirecta, por cuyo medio se consiguen unos espectaculares efectos. En 1754 edificó la destruida iglesia de San Norberto y en 1755 remodeló la del Real Monasterio de la Encarnación en Madrid.

En este momento, su éxito parecía no conocer límite. Sin embargo, Fernando VI encarga al arquitecto francés Marquet importantes obras en Aranjuez y Carlos III, a la muerte de Sacchetti, nombra a Francesco Sabatini arquitecto real. Tras el fallecimiento de Fernando VI (1759), Ventura Rodríguez dejó de trabajar para la corte. No obstante, fue tal la cantidad de encargos que recibió, sobre todo de particulares, que sus obras se encuentran repartidas por toda la geografía española.

Hacia 1760, influye mucho en él la obra de Juan de Herrera y el estilo de placas para la composición de alzados, aunque la planta y el espacio sigan siendo barrocos. Un ejemplo es el Convento de los Agustinos Filipinos de Valladolid, el colegio de Cirugía de Barcelona (1761, sede actual de la academia de Medicina), en el que sólo la geometría y la tectónica confiere expresividad a sus fachadas, el ayuntamiento de Haro (1769) y sus proyectos para la nueva Biblioteca y la fábrica de Vidrio de La Granja.

Abordó la arquitectura palatina en Madrid, dejando diseños en los que se refleja su dependencia del trazado de la residencia real: palacios de Arenas de San Pedro; Liria (1770), que tiene características de barroco italiano; Altamira (1773-1775); Astorga; Regalía y Osuna.

Obtuvo el título de Maestro Mayor del Ayuntamiento de Madrid en 1764 y sus informes fueron decisivos para el ordenamiento urbano de la capital. Desarrolló también una actividad de gran dimensión fuera de la corte diseñando ayuntamientos, escuelas, puentes, mataderos, etc. Sirvan como ejemplos la plaza Mayor de Avila, el Hospital General de Madrid, la fachada de la catedral de Toledo, el Sagrario (1761-1764) para la Catedral de Jaén, los baños de Caldas (1773), el sanatorio de Trillo (1775), la cárcel de Brihuega, la iglesia Larravezna, etc.

Sin embargo, nada le pudo compensar de la pérdida del favor real, a lo que se unió el fracaso de algunos proyectos: la puerta de Alcalá (construida finalmente por Sabatini en 1764) o la basílica de San Francisco el Grande (también terminada por Sabatini en 1768). A todo ello se añadió la muerte de su esposa en 1776.

Finalmente, dentro de las obras de su última etapa, cabe citar el palacio de Boadilla del Monte para el infante don Luis (Madrid, 1776), el palacio de Almanzora encargado por el Marqués de la Romana así como el grandioso proyecto (no construido) para la basílica de San Francisco el Grande en Madrid, y la imponente fachada de la catedral de Pamplona (1783), con una portada plenamente clasicista, a base de columnata y frontón, y dos torres-campanario (vestigio de su etapa barroca) que confieren verticalidad al conjunto.

También es de su autoría la actual iglesia del monasterio de Santo Domingo de Silos. Dada la escasa sensibilidad hacia las obras del medievo de que hicieron gala todos los artistas de la época, no tuvo reparo en derribar el primitivo templo románico del que no ha quedado sino una parte del transepto y la Puerta de las Vírgenes que lo comunicaba con el claustro. El propio claustro estuvo en trance de desaparecer bajo su piqueta, debiendo su salvación a la falta de presupuesto.

Murío en Madrid el 26 de agosto de 1785. Sus restos reposan en la capilla de los arquitectos de la iglesia de San Sebastián.

Se le considera, junto con Juan de Villanueva, el principal arquitecto español de su época y el último barroco. En todo caso fue el principal arquitecto español hasta la aparición de Villanueva.

En Madrid tiene dedicada una calle en el barrio de Argüelles y una estación de metro en la línea 3.

En Málaga tiene dedicada una calle en el barrio de la Trinidad

VASO CAMPANIFORME




Después de casi un siglo de investigaciones, el fenómeno campaniforme continua siendo uno de los más enigmáticos problemas de nuestra prehistoria. Su caracter de cultura ha sido sustituido por el de fenómeno, por ser este término más adecuado, ya que desde el final del calcolítico y durante el bronce antiguo, existen gran variedad de culturas diferentes europeas que adoptan como simple elemento el vaso campaniforme.


La causa de la vasta expansión del campaniforme, más amplia que el megalitismo, se ha atribuido a la generalización del comercio del metal y otros productos a través de las vias naturales que sirven de aglutinante cultural europeo.


Las causas de su expansión no es posible determinarlas con precisión, pero quizás obedezca simplemente a una moda de cerámica, tenida en gran estima y que sirvió como elemento económico de cambio.


La cultura del vaso campaniforme está caracterizada por unas formas cerámicas de perfil acampanado, cubierto por una decoración de distintos tipos, dispuesta en bandas horizontales paralelas.






TEORÍAS SOBRE EL ORIGEN DEL CAMPANIFORME IBÉRICO


Según Montelius, que en 1.900 creía el Campaniforme originario del Tasiense egipcio. Pero Shmidt en 1.913 lo considerará ibérico y de mediados del III milenio a.C., pero sin aclarar las rutas de expansión hacia Europa, teoría que ha llegado a nuestros días con casi general aceptación, sobre todo después de los trabajos de A. del Castillo que coloca so origen en Carmona, en el Guadalquivir, para expandirse por Iberia y por gran parte de Europa.
La teoría de del Castillo fue reforzada por Bosch Gimpera, quien sugería que la cerámica decorada de las cuevas era el antecedente del campaniforme. Bosch contempla cuatro tipos de campaniformes, y tres de ellos los considera ibéricos.


El I de Cienpozuelos, lo considera el más antiguo, y lo data en la 1ª mitad del III milenio.
El tipo II significa una degeneración del anterior con una cronología entre el 2.500 - 2.300 a.C. Al tipo III correspondería el llamado vaso marítimo, fechado a finales del III milenio.
Las teorías de Bosch Gimpera han sido puestas en tela de juicio, ya que la clasificación hecha por él no tiene en cuenta la ausencia de estratigrafía.






Savory desde 1.968 también cree en un origen ibérico del Campaniforme, iniciándose según él, con el tipo marítimo, que engendra el tipo continental de Palmela y Carmona, y que originarían a su vez el de Cienpozuelos, aferrándose a la teoría del flujo y el reflujo se Sangmeister, según la cual, el Campaniforme pasa al resto de Europa por diversas vias y regresa de nuevo a Iberia por el Ródano.


En general, todas la teorías se mueven dentro del campo de la hipótesis. La más reciente y de más peso actualmente es la de Harrison, para quien los vasos campaniformes no fueron un fenómeno unitario, habiendo pruebas de un origen independiente, local en más de un área.


Para Harrison los vasos campaniformes marítimos tienen un origen hispano, estando su núcleo en el estuario del Tajo. Otros, sin embargo, tienen su origen en el Rhin. No obstante, hay que reconocer un hecho, y es que la Península ofrece la más rica y variada serie de hallazgos de vasos campaniformes, y que se pueden clasificar en los siguientes estilos.
* Campaniforme internacional (marítimo).
Presenta una distribución costera y es el más generalizado. Tiene una decoración de puntillado, en bandas horizontales, y ésta se extiende desde el borde al pie del vaso.
* Campaniforme de la Meseta (Cienpozuelos y Palmela - Carmona)
Los dibujos son más variados y elaborados. Líneas entrecruzadas, en ángulos, etc. Parece que este grupo es posterior al puntillado.


ORIGEN ORIENTAL


La vieja teoría del origen oriental del Campaniforme en el Tasiense egipcio del V milenio a.C. fue pronto desechada por su desfase cronológico.
La defensa de los distintos orígenes del Campaniforme (Meseta, estuario del Tajo, Ródano, Bohemia) es aceptable si se hace referencia a determinados tipos, pero quizás el campaniforme es una simple moda decorativa de la cerámica, convergente simultáneamente o sucesivamente en los diferentes círculos culturales del calcolítico.
Los motivos geométricos, formando triángulos, rayados, paralelos, etc. del Neolítico medio de la Cueva de la Dehesilla (Cádiz) obligan a pensar en un potente sustrato del repertorio decorativo del Campaniforme, fechado por el C-14 IV milenio a.C., lo que quiere decir, no que el Campaniforme surja en Andalucía Occidental, sino que ciertos motivos técnicos del campaniforme ya existían "in situ" 1.500 años antes.


Grupos


Como se indica anteriormente, es en España donde se ofrece la más rica y variada serie de hallazgos de vasos campaniformes que se pueden clasificar en los siguientes grupos:


* Marítimo: Se distribuye por la costa, en el Tajo, Guadalquivir, Almería, Cataluña, penetrando en la Meseta y acompañando al megalitismo.
Se caracteriza por una arcilla anaranjada y rojiza, y con decoraciones puntilladas de bandas estrechas. Dentro de este grupo hay que diferenciar el "campaniforme cordado" de origen extrapeninsular y considerado el más arcaico, decorado con bandas impresas con cuerda, que es una técnica centroeuropea que encontramos en Bohemia, Rhin, Ródano y en el Levante español, Vasconia y Alto Ebro.


* Continental: Es propio del interior y se caracteriza por anchas bandas con motivos geométrico incisos y puntillados. Es el más rico, barroco y variado, indudable producto de evolución, de barro negro o gris y de técnica incisa (con la variante de Cienpozuelos). Se extiende por las cuencas del Duero, Tajo, Alto Ebro y Guadalquivir, llegando hasta Almería.
Es posterior al marítimo. La variante del "Campaniforme Palmela" presenta copas de pie alto y decoraciones puntilladas geométricas, distribuidas por el estuario del Tajo, Guadalquivir, Meseta y Norte de Marruecos.


La variedad de Carmona presenta analogías con el de Palmela por sus grandes vasos. La variedad catalana de Salamó (Tarragona) es más tardía y tosca, de grandes dimensiones, color marrón negro y decoración incisa geométrica, con influencias del Ródano y de la Meseta.

CRONOLOGÍA

Cronología


PREHISTORIA.
EDAD DEL BRONCE. El hombre ya moría en estas tierras.
EDAD ANTIGUA.
ÉPOCA ROMANA. Fundación de Ischadía.
EDAD MEDIA.
AÑO 714. Ischadia arrasada.
AÑO 1085. Alfonso VI conquista la ciudad de Toledo. Repoblación de Ciempozuelos.
AÑO 1110. Los almorávides arrasan Ciempozuelos.
AÑO 1113. El territorio actual de Ciempozuelos, bajo dominación almorávide.
AÑO 1139. Tomado el Castillo de Oreja por Alfonso VII.
AÑO 1184. Ciempozuelos, aldea perteneciente a la ciudad de Segovia.
AÑO 1214. Chinchón cabecera del sexmo de Valdemoro al que pertenece Ciempozuelos.
AÑO 1442. Creación del núcleo urbano de Ciempozuelos.
EDAD MODERNA.
AÑO 1480. Creación del señorío de Chinchón.
AÑO 1496. Creación del mayorazgo de Ciempozuelos.
AÑO 1508. Sentencia arbitral por conflicto de límites entre Ciempozuelos y Valdemoro.
AÑO 1520. El Primer Conde de Chinchón. Las aldeas del Señorío de Chinchón, se unen al alzamiento Comunero.
AÑO 1592. Concordia entre el Conde de Chinchón y la ciudad de Segovia.
AÑO 1710. Guerra de Sucesión. El archiduque Carlos de Austria en Ciempozuelos.
AÑO 1717. Nace en Ciempozuelos Ventura Rodríguez.
AÑO 1738. Un hijo de Felipe V compra el Condado de Chinchón.
AÑO 1752. Censo de población: 428 vecinos.
AÑO 1787. Censo de población: 1.870 habitantes.
EDAD CONTEMPORÁNEA
AÑO 1814. 15 de septiembre. Supresión de los señoríos.
AÑO 1851. Se inaugura el primer tren que pasa por Ciempozuelos
AÑO 1863. Censo de población: 2.610 habitantes.



PREHISTORIA.
EDAD DEL BRONCE. El hombre ya moría en estas tierras.
Y en ella era enterrado, a juzgar por la gran necrópolis que en el siglo XIX fue descubierta en el término municipal. Aparecieron vasos campaniformes, puntas de flecha, punzones, fíbulas etc.

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EDAD ANTIGUA.
ÉPOCA ROMANA. Fundación de Ischadía.
El nombre se presume proviene del origen de sus fundadores, colonos procedentes de la isla de Ischia, isla situada al oeste de Italia central, en el mar Tirreno, entre los golfos de Gaeta y Salerno. Entre los restos encontrados de esta época destaca la piedra sillar con una inscripción que cita a un tal Sexto Prico, sita hoy en el Museo Arqueológico de Madrid.

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EDAD MEDIA.
AÑO 714. Ischadia arrasada.
Parece ser que el asentamiento humano tuvo continuidad durante la ocupación visigoda y que tres años después de la ocupación de Toledo por los musulmanes terminó siendo arrasado.

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AÑO 1085. Alfonso VI conquista la ciudad de Toledo. Repoblación de Ciempozuelos.
Con la conquista de Toledo, Castilla se apoderó de todas las tierras situadas al norte del Tajo, “con Talavera, Guadalajara y otros 80 alminares de mezquita, sin contar alquerías y aldeas”. Entre las tierras conquistadas las de la actual Ciempozuelos que iniciaron una tímida repoblación con colonos procedentes del norte castellano.

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AÑO 1110. Los almorávides arrasan Ciempozuelos.
El año anterior habían ocupado el castillo de Alcalá. El 1 de julio de ese mismo año moría Alfonso VI, tras haberse esforzado mucho, sin éxito, en reconquistarla, pues era fundamental para la defensa de Toledo. Desde Alcalá Alí ben Yusuf, por la calzada de Complutum a Titulcia arrasó todas las aldeas del Tajuña. También llegó hasta Toledo y puso cerco a la Plaza. Tenían desde aquí en jaque Madrid, Guadalajara y todas las tierras del Henares.

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AÑO 1113. El territorio actual de Ciempozuelos, bajo dominación almorávide.
Un ejército norteafricano al mando de Mazdalí se asentó en tierras del Tajuña hasta villa Aurelia, hoy Colmenar de Oreja. Se hicieron fuerte en el castillo de Oreja, desde donde dominaban todo el territorio circundante.

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AÑO 1139. Tomado el Castillo de Oreja por Alfonso VII.
El castillo de Oreja, avanzada musulmana en tierras cristianas abastecida por convoy, era un punto estratégico de vital importancia junto con Uclés que había sido tomado por los musulmanes en 1108. Desde él se dominaba un importante paso del Tajo, dificultando el acceso a Toledo.
Este año Alfonso VII decide rendir definitivamente la plaza, tras un intento frustrado efectuado nueve años atrás. Para ello asienta sus reales en la orilla del Tajo, cortando cualquier tipo de abastecimiento incluido el agua. En octubre los castellanos entraron en Oreja y liberaron su comarca definitivamente.

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AÑO 1184. Ciempozuelos, aldea perteneciente a la ciudad de Segovia.
Estaba integrada en la Transierra, es decir entre las tierras segovianas al sur del sistema Central, en el sexmo de Valdemoro, junto a las aldeas de Chinchón, Bayona, Valdelaguna, Villaconejos, Seseña, Titulcia, San Martín de la Vega y, naturalmente, Valdemoro.

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AÑO 1214. Chinchón cabecera del sexmo de Valdemoro al que pertenece Ciempozuelos.
Poco antes de morir Alfonso VIII, el arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada obtiene del rey un Privilegio que deshace donaciones efectuadas en 1136 y confirmadas en 1190 a la ciudad de Segovia. Así Valdemoro pasó a depender nuevamente del arzobispado de Toledo. Por ello, Chinchón pasa a ser la cabeza de un sexmo que incongruentemente se sigue denominando de Valdemoro al que sigue perteneciendo Ciempozuelos.

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AÑO 1442. Creación del núcleo urbano de Ciempozuelos.
El vecino de Segovia Juan Fernández de Pina, previa autorización de Juan II de Castilla, luego confirmada en 1457 por Enrique IV, creó un núcleo urbano y procedió al deslinde de su demarcación con la de Valdemoro.

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EDAD MODERNA.
AÑO 1480. Creación del señorío de Chinchón.
Creado el señorío para su cesión a Andrés Cabrera y Beatriz de Bovadilla, Marqueses de Moya. Les fue otorgado por los Reyes Católicos, en agradecimiento a los servicios prestados, especialmente su colaboración en contra de Dª Juana la Beltraneja.
El señorío lo integran las siguientes aldeas: del sexmo de Casarrubios, Odón, Moraleja Mayor, Moraleja de Enmedio, Brunete, Salcedón, Zarzuela, La Cabrera, Serranillos, La Veguilla, Quijorna, Trascentenos y Cienvallejos; del sexmo de Valdemoro, Chinchón, Valdelaguna, San Martín de la Vega, Villaconejos y Ciempozuelos todas ellas desvinculadas de la Transierra segoviana.
La decisión tomada por los Reyes de donar aquellos pueblos a los Marqueses de Moya fue causa de grandes disgustos, escándalos y alborotos en la ciudad de Segovia, a cuya costa se efectuaba. Se abofeteó implacable y cruelmente a todos los niños segovianos para que guardasen toda su vida el recuerdo de la protesta y de la resistencia que se hizo. La ciudad de Segovia inició un pleito contra lo que consideraba una arbitrariedad que duró más de un siglo.

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AÑO 1496. Creación del mayorazgo de Ciempozuelos.
Con la preceptiva autorización real, crearon los Marqueses de Moya un mayorazgo a favor de su tercer hijo D. Juan Fernando Cabrera y Bovadilla.

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AÑO 1508. Sentencia arbitral por conflicto de límites entre Ciempozuelos y Valdemoro.
Este tipo de conflictos fue muy frecuentes en la época. Este surgió a principios de siglo, se resolvió provisionalmente en la ermita de Santiago, que estaba justo en la línea de separación de ambos territorios, este año. Definitivamente lo cerró la Chancillería de Valladolid en 1588.

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AÑO 1520. El Primer Conde de Chinchón. Las aldeas del Señorío de Chinchón, se unen al alzamiento Comunero.
Juan Fernando de Cabrera y Bobadilla, sucesor de los Marqueses de Moya, fue honrado con el título de Conde (el primer Conde de Chinchón) por el Rey Carlos V.
El Conde de Chinchón y el de Puñoenrrostro, este último propietario del castillo de Casasola, se alineaban con el rey en este conflicto. Las aldeas integradas en el señorío del Conde de Chinchón deseaban ser libres bajo la jurisdicción directa de la corona.
En la comarca se internaron comuneros segovianos, y acudieron a Chinchón para prestar ayuda a los súbditos rebeldes del conde. A finales del 1520 atacaron el castillo de Casasola y la plaza de Chinchón, que se rindió con toda su artillería el 21 de Enero de 1521.
Las tropas segovianas también participaron en enfrentamientos en Ciempozuelos donde un campesino arengó a sus convecinos deseosos de pertenecer a la corona real y no al señorío del conde de Chinchón, Fernando de Cabrera y Bobadilla. El conde atacó la aldea y además de recuperar su feudo ahorcó al campesino cabecilla de la rebelión.
Al ser aplastado el movimiento comunero, el conde de Chinchón, que fallecería poco después del final de la revuelta, y su viuda iniciaron la tramitación de la reclamación de indemnizaciones por los daños causados en sus propiedades de la comarca: dos castillos, así como por las cosechas arrasadas. Las reclamaciones sumaron nada menos que 37 millones de maravedís. En 1522 se puso en marcha el proceso contra los términos que constituían el señorío que, naturalmente, perdieron la demanda y fueron obligadas a reparar los daños.
Apelaron, y una sentencia de la Chancillería de Valladolid de 1528 rebajó las indemnizaciones a satisfaces por los demandados. Finalmente, en enero del año 1531 se fijó la indemnización en 9.818.441 maravedís, la indemnización tras una nueva apelación de la condesa.
Las cargas que cayeron sobre muchos pueblos de la Corona de Castilla, como consecuencia de litigios como éste, influyeron negativamente sobre su economía.
Con esta sentencia, los pueblos debieron indemnizar al conde de Chinchón con cantidades que oscilaron entre los 500.000 maravedís de Chinchón y los 180.000 de San Martín de la Vega.

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AÑO 1592. Concordia entre el Conde de Chinchón y la ciudad de Segovia.
La escritura que puso fin al pleito entre el Señorío de Chinchón y la ciudad de Segovia, iniciado en 1480, fue otorgada el día 12 de junio de 1592 por D. Diego Cabrera Fernández de Bobadilla y de la Cerda, Conde de Chinchón, bisnieto del primer Conde de Chinchón.
En esta concordia quedaron delimitadas las jurisdicciones, cediendo la Comunidad de Segovia al Conde los despoblados de Caez, Villaverde y Monasterio, las dehesas de Gózquez, Santisteban y Alvende, y los demás términos y jurisdicciones que había en el sexmo de Valdemoro, que pasaban íntegramente al conde.
Éste, cedía a Segovia el lugar de Navalcarnero y se obligó a conceder a la ciudad de Segovia como compensación 2.000 ducados de renta anual.
La citada concordia fue de obligado cumplimiento para las partes al ser ratificada por el rey Felipe II en Illescas, el día 29 de mayo de 1593 y en El Escorial, el día 14 de julio de dicho año.

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AÑO 1710. Guerra de Sucesión. El archiduque Carlos de Austria en Ciempozuelos.
El condado de Chinchón fue uno de los múltiples escenarios de esta guerra donde sus protagonistas estuvieron presentes. Así en 1706, Felipe V habitó una casa en Ciempozuelos, siendo proclamado rey en Chinchón el 3 de agosto de ese mismo año. El Archiduque Carlos de Austria, que había tomado en 1705 el castillo de Chinchón, antes de entrar en Madrid, volvió a estas tierras en 1710 estableciendo en Ciempozuelos su campamento.

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AÑO 1717. Nace en Ciempozuelos Ventura Rodríguez.
El conocido arquitecto español Ventura Rodríguez, el más insigne de su profesión que dio España en este siglo, fue hijo de la villa de Ciempozuelos.

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AÑO 1738. Un hijo de Felipe V compra el Condado de Chinchón.
Este año los nombramientos de alcaldes, demás cargos y oficios de Justicia, y Escribanos de los ayuntamientos del señorío de Chinchón aparecen firmados por el infante D. Felipe de Borbón Farnesio, hijo del rey Felipe V, quien había adquirido el Condado de Chinchón y el Marquesado de San Martín de la Vega.
Nombrado señor del Ducado de Parma, Piacenza y Guastella, se trasladó a Italia a tomar posesión de los nuevos estados; en los de Chinchón, Valdemoro y San Martín de la Vega le sucedió su hermano el Infante D. Luis Antonio de Borbón y Farnesio.

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AÑO 1752. Censo de población: 428 vecinos.
Datos de dos siglos antes cifraban los vecinos afincados en la villa en 873, lo que señala una importante decadencia económica y social, nada ajena a la que sufrieron el resto de las poblaciones del país, tanto a causa de las negativas políticas económicas y fiscales de sus gobernantes, como de las guerras y epidemias que periódicamente asolaron la nación.

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AÑO 1787. Censo de población: 1.870 habitantes.
Según datos del censo ordenado por Floridablanca este año.

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EDAD CONTEMPORÁNEA
AÑO 1814. 15 de septiembre. Supresión de los señoríos.
Por Real Célula emitida por Fernando VII. Las Cortes de Cádiz ya lo habían efectuado en agosto de 1811, pero al estar la mayor parte de la península en poder de los franceses no se pudo aplicar la medida.

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AÑO 1851. Se inaugura el primer tren que pasa por Ciempozuelos.
Pertenecía a la línea Madrid Aranjuez, lo inauguró Isabel II. Su sentido económico era muy dudoso.

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AÑO 1863. Censo de población: 2.610 habitantes.
La población de Ciempozuelos permaneció prácticamente estacionaria durante este siglo. En 1826 tenía 521 vecinos, que sumaban 2.060 habitantes; en 1863 los vecinos eran 594, con 2.610 habitantes; en 1887 los habitantes fueron 2.582.

LA HISTORIA

Los abundantes restos de industria lítica achelense hallados en los valles de los ríos madrileños -Tajo, Henares, Jarama, Manzanares- confirman la presencia de población nómada en nuestra Comunidad desde unos trescientos mil años. En el caso particular de Ciempozuelos, y avanzando ya hasta la Edad del Bronce, en 1894 se encontraron restos humanos y vasijas, procedentes de una necrópolis, al efectuar obras de terraplenado en la actual Carretera M-307, frente al Cerro Castillejo. Las cinco tumbas existentes -todas excavadas en tierra, excepto una tallada en piedra- no permiten asociar el enterramiento a un núcleo concreto de habitación, pero la cerámica, que formaba parte del ajuar funerario, presenta unas características que la hacen especialmente singular: se trata de vasos, cazuelas y cuencos realizados en arcilla negra o roja, pulimentados con una capa de barro más fino, que se decoran con técnica incisa dibujando motivos geométricos rellenos de pasta blanca. El conjunto ha dado nombre a un tipo especial de cerámica -el vaso campaniforme de Ciempozuelos- fechable en el Bronce Inicial, entre 1970 y 1470 a.C., y presente en otros yacimientos madrileños. Además, completando el ajuar, se encontraron punzones de sección cuadrada y puntas de flecha de cobre. También pertenecen a la Edad de Bronce los restos de industria lítica -sobre todo hojas de cuchillo- y cerámica muy basta localizados en el paraje del llamado La Palomera, al sur del territorio y junto al cerro del mismo nombre. Como el territorio ha sido un poco prospectado, todo hace pensar que un estudio arqueológico más completo sacaría a la luz un gran número de yacimientos, seguramente de gran interés, puesto que actualmente están representados en el término municipal desde la Edad del Bronce hasta el Medievo. Respecto al primer núcleo más o menos estable de población, algunas fuentes apuntan a la posible fundación de Ciempozuelos en el año 180 a.C., ya bajo la dominación romana. Los colonizadores serían oriundos de la ciudad de Puzol y de la isla de Ischia, en el golfo de Nápoles, y la localidad recibió el nombre de Ischadia -en griego “áridos higuerales”- por la abundancia de este frutal en la zona.

En cualquier caso, son abundantes los restos romanos en toda la comarca y en el término de Ciempozuelos hay dos yacimientos inventariados: el llamado Cerro de las Tejas o Vedado de las Monjas y el monumento encontrado en el río Jarama. El primero se halla en el SE del territorio, junto a la Vereda de las Cárceles, y en él se encontraron cerámica -terra sigillata, pintada y común-, resto de mármol, un fuste y una basa de granito, y un sarcófago del mismo material, pertenecientes a un posible tell muy aplanado por los cultivos.

En cuanto al monumento romano -incoado BIC (Bien de Interés Cultural) por resolución de 8-7-1987 (BOE 9-9-87)-, los 33 sillares de piedra caliza extraídos del Jarama pertenecen a un gran edificio del que no se conocen su función ni las características exactas (podría ser un arco triunfal), pero que, por las fechas en las que es datable -entre finales del siglo I y mediados del II d.C.-, constituye el resto más antiguo de la romanización en la Comunidad de Madrid. Las piezas rescatadas son 3 sillares de moldura decorada (uno de esquina), 4 de un friso liso con inscripción incompleta, 1 de cornisa denticular, 4 dovelas cuya curvatura permite deducir que el arco o arcos que formaban tenía un diámetro de 2,40 m., 2 salmeres, 1 moldura de imposta, 6 sillares con forma para asiento de dovelas y otros 12 restantes, quizás alguno de ático. La inscripción del friso, en letra capital cuadrada, reza:


SEX * PRISCO* FILIO (...)
F QVIR SEVERVS NEPO (...)
(ecerunt o posuerunt?) EIDEM (Q)
VE DEDICARVNT

y por sus dimensiones se puede deducir que completo ocuparía un frente de unos 9 metros. En ella, dos personajes, abuelo y padre, de los que sólo se conoce el “cognomen” del segundo, Severo, y su pertenencia a la tribu Quirina, dedican el monumento a Sexto Prisco, nieto e hijo de ambos. Tras la caída del reino visigodo
-algunas fuentes especifican que nuestro pueblo fue cercado y destruido por los árabes en el año 714-, será Alfonso VI quién, una vez conquistado Toledo en 1085, repueble la zona, y entre otras localidades, Ciempozuelos. Un siglo después, en documento fechado el 25 de marzo de 1190, Alfonso VIII cede a la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia un total de 19 aldeas -el futuro sexmo de Valdemoro- enclavadas entre los ríos Tajuña y Henares; entre ellas no está Ciempozuelos, puesto que, al parecer, era segoviana desde hace tiempo atrás. En cualquier caso, lo cierto es que pasó a formar parte del citado sexmo, uno de los trece que constituían la Comunidad de Segovia y que se caracterizaba por formar un coto continuo, pero aislado geográficamente del resto del territorio segoviano.

La política expansionista de los segovianos hizo que las desavenencias con el concejo madrileño acerca de los límites jurisdiccionales de los sexmos fuesen frecuentes. Prueba de ello es el privilegio de amojonamiento, fechado en San Esteban de Gormaz el 29 de junio de 1239, en el que Fernando III define los límites del sexmo de Valdemoro mediante 42 mojones que separaban Palomero, Pozuelo, Pinto, Covanobles, Torre de Aventrespín y Cuelgamuros -aldeas de Madrid-, de Seseña, Espartinas, Valdemoro, Gózquez, Santisteban y Albende, pertenecientes a Segovia.

Espartinas, también llamado San Juan de las Salinas de Espartinas, y situado a unos 4 Km. al sur de Ciempozuelos, junto a la Carretera M-307, era, pues, uno de los enclaves medievales del sexmo, que dentro del actual término municipal poseía otras dos aldeas también desaparecidas: el Casar de San Antón, en el NE y de origen tardomedieval, y el Soto Gutiérrez, que bien pudiera ser una alquería de la misma época o incluso de la Edad Moderna y se localiza en el mismo vértice nororiental, pero más cercano al río Jarama. Espartinas, El Casar y Ciempozuelos-Las Chozas (el primero denominado “Siete Pozuelos”, derivado del latín “sedes, sieds”, lugar, asiento) eran, además, tres de las cuadrillas en que se dividió la vega del Jarama, según consta en el Ordenamiento de 1302 que pretendió, sin mucho éxito, fortalecer la repoblación de la Transierra. Quizás por esta razón no volveremos a tener referencias de nuestro pueblo hasta 1427, fecha en la que el Arzobispado de Toledo ordena la inspección de todas las iglesias del Arcedianato de Madrid. El visitador menciona los templos de Siete Pozuelos y El Casar e indica al respecto: “estas iglesias son yermas, sin parroquianos, ni ornamentos, ni clérigo presente”, dato que demuestra claramente que las citadas localidades estaban deshabitadas en dicha época. Por ello, años más tarde, reinando todavía Juan II, Segovia va a solicitar de nuevo autorización para repoblar las aldeas de su partido.


El privilegio, concedido por el monarca en Bayona (hoy Titulcia) en 1442 y confirmado por Enrique IV en Valladolid en 1457, implicaba a un vecino de la ciudad de Segovia, Don Juan Fernández de Piña, que se comprometía a repoblar Ciempozuelos y otras tres localidades de la ribera del Jarama -San Martín de la Vega, Vallequillas y El Casar- con 150 vecinos en cada una de ellas en un plazo de dos años. Los nuevos habitantes eran originarios de la Tierra de Segovia -en Ciempozuelos se instaló el propio Piña- y, aunque las dos últimas aldeas se despoblaron pronto y los conflictos jurisdiccionales con Valdemoro fueron frecuentes (este concejo vio reducido notablemente su término), nuestro pueblo quedó de nuevo fundado en su actual asentamiento. Entre las actividades económicas -básicamente agricultura y ganadería- destacaba ya la explotación de las Salinas de Espartinas, propiedad real acerca de la cual existen numerosas provisiones dictadas durante el reinado de los Reyes Católicos, Juana I y Carlos I que regulaban su aprovechamiento.

Unos años más tarde de la repoblación de Ciempozuelos, en 1480, se va a producir un hecho de gran trascendencia para la historia local: los Reyes Católicos, con el fin de premiar la fidelidad de sus súbditos más leales, conceden el Señorío de Chinchón a los marqueses de Moya, Don Andrés Cabrera y Dña. Beatriz de Bobadilla, y para ello segregaron de Segovia 1.200 vasallos incluidos en la totalidad del sexmo de Valdemoro y parte del de Casarrubios. Ciempozuelos pasó a ser villa exenta, con propia y ordinaria jurisdicción, pero perteneciente al mayorazgo que poco después, en 1496, fundan los Moya vinculándolo a su tercer hijo, Fernando Cabrera Bobadilla. Éste fue nombrado Conde de Chinchón por Carlos I en 1520 y, a pesar del pleito interpuesto por el Concejo de Segovia que no se solucionó hasta 1592, los dominios objeto de litigio -entre ellos nuestra localidad- quedaron bajo su propiedad, mediante el pago a los segovianos de una serie de compensaciones.


No son muchos los datos existentes sobre Ciempozuelos durante los siglos XVI y XVII, por lo que tendremos que esperar hasta la aparición de los censos y catastros de la Ilustración para tener una visión más completa de la realidad del municipio. La estructura urbana era la habitual en los poblados agrícolas, configurándose inicialmente el núcleo a lo largo de dos caminos: uno principal de Navalcarnero a Titulcia, que, en dirección NO-SE, discurría por el actual trazado de las calles Jerónimo del Moral, Pilar y Peñuelas, y otro secundario con orientación N-S, que coincide con la calle Reina Victoria. Entre esta última vía, Jerónimo del Moral y, como límite sur, el eje definido por las calles Doctor Rivas-Capitán de Oro Pulido (antiguo Camino de Chichón) se extendió el caserío, celebrándose los primeros mercados en un amplio espacio libre, sin acotar y exterior al casco urbano, emplazado en lo que hoy en día es la plaza Mayor.

El posterior crecimiento, ya bajo el señorío de los Condes de Chichón, se realizó hacia el mediodía, llegando las nuevas manzanas hasta la calle de la Virgen, que conducía por el este al camino de Cantarranas, de manera que se formó un tejido urbano más o menos compacto, pero irregular y algo tortuoso, en el que el único vacío lo constituían la ya citada plaza Mayor y su continuación por el SE en las actuales plaza de Ventura Rodríguez y parque del Pilar. En la primera mitad del siglo XVI se construyó la manzana sur de la plaza Mayor, regularizándose así su traza, y años después quedó delimitado el espacio restante al levantarse la iglesia parroquial de Santa María Magdalena con su cementerio contiguo, que ocupaba el parque del Pilar. De esta forma se configuraron las dos plazas que articulan el casco urbano de Ciempozuelos: la Mayor o de la Constitución, muy irregular y llamada inicialmente plaza de la Iglesia.

El pueblo, por otra parte, gozaba de una situación geográfica estratégica y en el Repertorio de Caminos de Juan de Villuga, de 1546, aparece citado como parte de dos itinerarios diferentes: uno que conducía de Valencia a Salamanca -para ello se separaba de la actual Carretera en Fuentidueña de Tajo tomando rumbo a Chinchón, Titulcia, Ciempozuelos, Valdemoro, etc.-, y otro que desde Toledo llegaba a Alcalá de Henares, pasando por Borox, Seseña, el propio Ciempozuelos, San Martín de la Vega y Loeches.

Un acontecimiento histórico de cierta relevancia para la localidad fue la Revolución Comunera de 1520, durante la cual los vecinos se sublevaron contra el conde de Chinchón, siendo reducidos por D. Juan Arias Dávila, señor de Torrejón de Velasco y primer conde de Puñonrostro. Como los daños producidos en los castillos de Chichón y Odón, propiedad del conde, fueron cuantiosos, Ciempozuelos se vio obligado a pagar una fuerte multa de 500.000 maravedíes.

Años más tarde, reinando ya Felipe II, se van a iniciar los primeros estudios sobre el posible trazado de un canal o acequia que, partiendo del Jarama, permitiese el riego de las tierras situadas en la vega, facilitando de esta manera un rápido desarrollo económico de la región. Personajes tan relevantes en la época como Juanelo Turriano emitieron informes acerca de la viabilidad de la empresa, aunque tendremos que esperar a la publicación de una Real Cédula de 22 de julio de 1578 para conocer que el plan sólo contemplaba la construcción de un pequeño canal de unos 2,5 Km. en el que, según aventuran algunas fuentes, participó Juan de Herrera diseñando las primeras presas de toma. Sin embargo, y a pesar de que pronto tuvo el proyecto un enfoque más ambicioso, los numerosos problemas técnicos y administrativos hicieron que las obras no avanzasen al ritmo deseado -al parecer durante el reinado de Felipe II no se ejecutó realmente ningún tramo-, de manera que las primeras nivelaciones no comenzaron hasta la llegada al trono de Felipe IV.

Ya con Carlos II se dan las disposiciones para continuar los trabajos y así, en escritura otorgada en Madrid el 28 de junio de 1679, se constata que los vecinos de Ciempozuelos debían pagar trece reales y medio por cada fanega de tierra que pudiera ser regada por la acequia. Al año siguiente el rey manda nivelar de nuevo todo el cauce ya ejecutado y, bajo la dirección del maestro mayor de obras D. Francisco Muñoz, se excava la caja del canal -con tepes de tierra sobre suelo natural- hasta la Vereda de Matalobos; en este enclave un gran sumidero detuvo las obras, pero, con grandes esfuerzos, se logró hacer pasar el agua y en 1699 ya podían regarse en la jurisdicción de Ciempozuelos unas 185 ha. Para ello, la villa, en documento fechado el 2 de abril del mismo año, se comprometía a abonar al monarca y a los fondos del caz la misma cuota que antes había pagado la localidad toledana de Añover, pero sólo durante dos años que se contabilizarían a partir del mes de septiembre, de manera que por cada una de las 412 fanegas regadas se pagarían cinco reales.

Tras sucesivas interrupciones e intentos de abrir un cauce nuevo, Felipe V dicta el 31 de mayo de 1738 una Instrucción y Reglamento para continuar los trabajos y, por orden de 26 agosto, se solicitan informes relativos al estado de la acequia; en éstos se notifica que se habían ejecutado 11.800 varas (9.864,8 m.) correspondientes al tramo inicial desde la presa hasta el arroyo de Matalobos, y se habían excavado otras 6.200 varas (5.183,9 m.) a lo largo del término de Ciempozuelos. Para rehabilitar el canal es nombrado director de las obras el ingeniero Sebastián Feringán Cortés, que elabora un proyecto similar en su trazado al existente, estableciendo un sistema complementario de acequias que desaguaban unas en otras y aprovechaban mejor el agua sobrante, permitiendo así una mayor extensión regada. En 1740 se dictan un nuevo reglamento y ordenanzas, nombrando nuevo personal -esta vez independiente del que trabajaba en el Alcázar de Madrid- a la vez que se definen los límites con el Real Sitio de Aranjuez.

El canal vuelve a entrar en servicio en diciembre de 1741, pero de nuevo aparecieron numerosos sumideros -sobre todo entre San Martín de la Vega y Ciempozuelos- que lo inutilizaron (al parecer Feringán gastó en su reparación 800.000 reales, aproximadamente un 10% del coste de la obra previamente ejecutada por él mismo). A pesar de ello, en 1749, bajo el reinado de Fernando VI, retoma el proyecto el ingeniero Carlos de Witte, que, entre otras obras, abre dos cauces alternativos para evitar los sumideros: las acequias de Serrano y de la Media Luna. La primera nace del desaguador de Matalobos y finaliza a la altura de la Vereda de las Cárceles, la segunda tiene su inicio entre los Km. 19 y 20, y con algo más de 13 Km. de longitud discurre entre el canal y el río Jarama. De esta forma se permitió el funcionamiento completo de la acequia durante algo más de un año, puesto que, pasado dicho tiempo, volvieron a formarse nuevos sumideros en Ciempozuelos y Seseña; en este último término, por falta de recursos económicos, no fueron reparados. Como consecuencia de ello se determinó conservar únicamente el riego hasta la vega de Ciempozuelos, al tiempo que la acequia de la Media Luna llevaba las aguas hasta tierra de Seseña; el resto, a partir de la Vereda de las Cárceles, quedó fuera de servicio, pese a que reinando ya Carlos IV se sustituyó la tierra de los sumideros por otra de mejor calidad compactada con pisones.

Desde el punto de vista administrativo Ciempozuelos seguía formando parte del condado de Chinchón, hecho que no fue obstáculo para que, durante todo el siglo XVI, se reprodujeran los antiguos conflictos jurisdiccionales con Valdemoro; así, se nombraron de común acuerdo árbitros que dictaron una primera sentencia -firmada por ambas partes el 18 de diciembre de 1508 en la desaparecida ermita de Santiago, limítrofe entre las dos villas aunque perteneciente a Valdemoro-, que no dejó satisfechas a ninguna de las localidades. Por ello iniciaron un nuevo pleito en 1550, zanjado temporalmente en 1569 tras varias sentencias y apelaciones ante la Real Chancillería de Valladolid, hasta que esta misma institución falló en 1588 a favor del conde de Chichón. Como consecuencia de ello, el marqués de Muñón, señor de Valdemoro, volvió a apelar ante la Chancillería, finalizando esta larga sucesión de pleitos con la sentencia, favorable al duque de Lerma para Valdemoro, dictada el 15 de julio de 1603. De esta manera quedaron señalados definitivamente los linderos entre los dos municipios.

En cuanto a la demografía, los primeros datos que tenemos nos los proporcionan los censos de 1530 y 1591, que arrojan cifras muy dispares: 484 y 873 vecinos respectivamente. El Catastro del marqués de la Ensenada, fechado en 1752, da una población -en la que incluye 76 viudas y solteras- de 428 vecinos y especifica que sólo uno de ellos vive en el Soto Gutiérrez, mientras que el Censo del conde de Aranda, realizado entre 1768-69, contabiliza ya 1949 habitantes. Aunque al analizar estos datos deduzcamos que las malas condiciones higiénico-sanitarias y las epidemias eran, en buena parte, responsables del estancamiento demográfico de Ciempozuelos, la Descripción Lorenzana, unos años posterior al Catastro, desmiente dicha hipótesis e indica textualmente: “la situación de esta villa es bastante saludable, sin experimentarse en ella contagio particular más que algunas tercianas”, habiendo aumentado por ello la población hasta los 500 vecinos.

Los datos referentes a actividades económicas nos revelan que agricultura y ganadería eran las ocupaciones fundamentales entre los habitantes de Ciempozuelos. Por el mismo Catastro sabemos que en el secano se cultivaban cereales (trigo, cebada, centeno y avena), viñas y olivos, mientras que en la vega, cuyas tierras “se regarán concluida la obra de la Real Acequia”, la producción consistía en hortalizas, melones, frutales -sobre todo granadas e higueras (las brevas negras, de excelente calidad, se vendían en la Corte según consta en la Descripción Lorenzana)- y, de nuevo, olivos. La ganadería, no tan importante, contaba con cabañas de lanar, caballar, boyal y de cerda, existiendo zonas de pastos y tres sotos -de la Peña de San Juan, del Parral y Gutiérrez- con abundantes álamos y chopos.


En cuanto a la industria, el Catastro registra en Ciempozuelos cinco molinos aceiteros (tres de ellos pertenecientes a presbíteros que obtenían algunos beneficios con su explotación), dos tenerías donde se curtían pieles, un pozo de nieve propiedad del marqués de Arcia, una jabonería sin uso y las conocidas Salinas de Espartinas, propiedad real que se cedía en arrendamiento a particulares y suministraba sal a la provincias del Reino de Toledo. El caserío lo formaban, de acuerdo con los datos del Catastro de Ensenada, 484 casas -todas habitables y 75 de ellas altas-, cuyos propietarios no pagaban tributo alguno por el asentamiento en el terreno. Labradores y jornaleros formaban el grueso de la población activa, pero existían muchas otras profesiones: en el pueblo prestaban sus servicios un médico, un cirujano y dos barberos sangradores, otros dos boticarios, un maestro y un preceptor de gramática, un buen número de arrieros, siete pastores, un agrimensor, un tabernero y cuatro mesoneros, un tablajero (carnicero) y un obligado de carnes (encargado de su abastecimiento), un abacero (vendedor de aceite, vinagre y legumbres), cinco tenderos, once panaderos -como dato curioso merece la pena reseñar que desde 1606 hasta 1739 Ciempozuelos estuvo obligado a contribuir al abastecimiento de la Corte con cien fanegas de pan cocido-, un chocolatero y un confitero, dos yeseros, cuatro albañiles, dos ministros de vara que impartían justicia, un barquero en el río Jarama a la altura de Bayona (Titulcia) y un administrador del tabaco.

Además, en la Real Acequia del Jarama trabajaban un guarda y un peón encargado de su mantenimiento, mientras que la lista de artesanos era exhaustiva: tres tejedores de lienzos, un sastre, un campanero, un tallista, un maestro zapatero, un herrador, dos curtidores, un carpintero, dos carreteros, un estambrero que trabaja la lana, un maestro botero, un guarnicionero, un herrero, y numerosos oficiales o aprendices de estos menesteres. Para finalizar, el Catastro especifica que, entre la población, hay 25 personas calificadas como “pobres mendigos”.

Si comparamos estos datos con los suministrados por el Censo de Floridablanca de 1787, observaremos algunas diferencias: ha aumentado de forma importante el número de jornaleros y criados a costa del de labradores -sólo 56-, y aparecen nuevas profesiones: cuatro abogados, un dependiente de la Inquisición, un síndico de órdenes religiosas y 22 empleados con sueldo del Rey dedicados a oficios variados (el Censo de Aranda de 1768-69 recoge 17, de los cuales 9 -guardas, maestros y un fiel de la Real Hacienda- constituían el vecindario de las Salinas de Espartinas), para una población total de 1.824 habitantes.




En lo relativo a la organización administrativa, el título de conde de Chinchón permaneció en el linaje original hasta que en 1683 pasó a D. Julio Savelli Fernández-Cabrera, príncipe de Albano y fallecido sin sucesión. Tras un largo pleito lo obtiene el pretendiente italiano duque de Sforza, quién lo vende en 1738 al infante D. Felipe de Borbón y Farnesio, hijo de Felipe V; éste, años más tarde, en 1761, lo cede a su hermano menor, D Luis Antonio Jaime de Borbón. Por tanto, Ciempozuelos continúa siendo una villa de señorío, que, aunque territorialmente estaba incluida en la provincia o intendencia de Segovia, en lo religioso dependía del Arzobispado de Toledo, perteneciendo a la Vicaría General de la misma ciudad y al Arciprestazgo de Madrid. Dos de las instituciones más relevantes del pueblo eran el convento de religiosos de San Francisco, en la Avenida de la V. M. Antonia María de la Misericordia nº 20 -actual sede de la Hermanas Oblatas-, ocupado, según el Censo de Floridablanca, por trece profesores, tres legos y un donado, y el convento de monjas de Santa Clara, en la Calle de Jerónimo del Moral nº 21, que acogía a diecinueve religiosas y, como dato anecdótico, poseía uno de los cuatro mesones de Ciempozuelos. Además, la parroquia de Santa María Magdalena tenía como anejo la iglesia de San Juan Bautista en las Salinas de Espartinas, existiendo otra ermita en las afueras de la villa -hoy ya integrada en el casco urbano- consagrada a Nuestra Señora del Consuelo.

A pesar de permanecer bajo la jurisdicción del Estado de Chichón, la localidad tuvo desde el pasado corregidor propio y el gobierno municipal, formado por alcalde, regidores, escribano, etc., era nombrado por el señor entre las propuestas que le hacía previamente el vecindario. Entre los bienes que pertenecían al Concejo podemos citar tierras de cultivo, superficies de los sotos del Parral, de la Peña de San Juan y alrededores (la corta de leña, la caza y el arrendamiento para la pesca de determinados enclaves del río Jarama proporcionaban importantes beneficios a las arcas municipales), la Casa del Ayuntamiento, la carnicería dónde se ubicaba también el pósito, la abacería, la taberna y la pastelería. Otro edificio significativo de Ciempozuelos era el Hospital de Nuestra Señora de la Concepción, llamado popularmente “el Hospitalillo”, situado en el solar actualmente ocupado por el Centro Cívico-Cultural, en la calle de la Virgen 9 c/v calle Peñuelas, y que, además de prestar una mínima asistencia sanitaria (estaba al cuidado de un presbítero y un sirviente, pero sólo había cuatro enfermos internados en él según datos del Censo de Floridablanca), tenía una Cátedra de Gramática Aneja.

Entre los acontecimientos más reseñables en este siglo XVIII podemos destacar la Guerra de Sucesión, en cuyo transcurso Ciempozuelos, como otras localidades, sufrió los desmanes de las tropas del archiduque Carlos de Austria, que profanaron la ermita de San Juan Bautista en Espartinas. El propio Felipe V se hospedó en 1706, durante el conflicto, en la llamada Casa de la Cadena, situada en la calle de los Frailes (donde, por otra parte, existieron construcciones importantes como las casas de la Indiana o la del Príncipe Pío); el edificio, ya desaparecido, tenía en su fachada principal el escudo real, tallado en granito, con las armas nacionales y la flor de lis, así como dos gruesos pilares de piedra a ambos lados de la puerta. Años más tarde, en 1710, será el archiduque de Austria -futuro rey Carlos III- quién establezca su campamento en Ciempozuelos, donde dicta un decreto con fecha 11 de noviembre. Por último, el 14 de julio de 1717, festividad de San Buenaventura, nace en nuestra localidad y es bautizado en la iglesia parroquial el célebre arquitecto Ventura Rodríguez, que con el paso del tiempo llegaría a ser director de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.


El siglo XIX comienza con la invasión napoleónica y la posterior Guerra de la Independencia, durante la cual Ciempozuelos sufre importantes daños. Años después, en 1811, las Cortes de Cádiz decretan la abolición de los señoríos, poniendo fin de esta forma al dominio que los condes de Chinchón habían ejercido sobre la villa durante más de tres siglos, mientras que ya en 1833, la nueva división territorial del país supone la integración de la localidad en la provincia de Madrid, dentro del partido judicial de Getafe.

Otros sucesos destacables en esta época fueron las desamortizaciones eclesiástica y civil. La primera, decretada en 1836, no afectó en demasía al municipio: se vendieron 16 fincas -8 del clero regular y 8 del secular- y 4 casas, pero, mientras el convento de monjas de Santa Clara continuó ocupado por sus moradoras, el de religiosos de San Francisco fue vendido a particulares. La desamortización civil o de propios provocó, por su parte, que un reducido número de compradores acaparase la mayoría de los lotes subastados; entre ellos destacaban dos sotos de 53 y 75 ha. situados en El Parral, con abundante arbolado, pasto y caza.

El nuevo siglo trae consigo la publicación de numerosos diccionarios geográficos que van a ser una valiosa fuente de información sobre demografía y aspectos socio-económicos de los pueblos de nuestra Comunidad. El de Sebastián de Miñano de 1826 nos da una población para Ciempozuelos de 2.094 habitantes, que en 1848 habían descendido a 2.060 (datos de Madoz), alcanzándose los 2.483 en 1889 (Marín Pérez). Las actividades económicas eran prácticamente las mismas que en el siglo pasado: se cultivaban cereales -sobre todo cebada-, viñas, olivos, judías, patatas -de las que se obtenían buenas cosechas-, cebollas, pimientos encarnados, alcachofas, pepinos, melones -vendidos en el mercado de Las Vistillas de Madrid-, sandías, higos, etc..., y la ganadería contaba básicamente con cabañas de lanar, vacuno y equino.

En cuanto a la industria, existían fábricas de salitre (una de ellas, abandonada ya a principios de siglo, pertenecía a la Real Hacienda), y seguían explotándose las famosas Salinas de Espartinas que surtían a los depósitos de Aranjuez, Toledo, San Martín de Valdeiglesias y Madrid. La relación de fincas rústicas desamortizadas en el término municipal -las Salinas habían sido adjudicadas a un particular en 1871 por 141.000 pesetas- nos van a proporcionar información detallada de sus instalaciones: el agua mineral se obtenía de un manantial que nacía al pie de las colinas y era conducida por un canal de madera que discurría a través de una galería construida a base de mampostería y fábrica de ladrillo. Se vertía a continuación en un enorme depósito o recocedero de 819 m3 de capacidad, llamado de San Miguel, con fondo de greda y paredes de este mismo material y entramado de madres, y desde aquí era distribuida a 18 albercas o vasos de cristalización -también de greda y esteras-, para desaguar finalmente, por medio de compuertas, en acequias de limpieza que vertían en un arroyo. En las más de 17 ha. que ocupaban las Salinas se levantaban edificios como la fábrica, con un patio central de 2.500 m2 alrededor del cual se disponían las dependencias; la ya mencionada ermita, cuyos muros de mampostería sustentaban una armadura de par e hilera; las casas del comandante, administrador, pesador y cabo, con patio-corral, cuadras, pajar, cueva, gallineros, cámara y habitaciones; los dos almacenes, que podían contener más de 60.000 quintales de sal y se construyeron con mampostería reforzada por machones en talud (el mayor estaba equipado con un andén de carga-descarga y poseía una buena armadura sostenida por nueve pies derechos); amén de las consabidas habitaciones de los dependientes, establos, almacenes de herramientas, etc...


También Emilio Muñoz en su obra “Ciempozuelos”, publicada en 1891, se va a hacer eco de la explotación de las Salinas y señala al respecto que se recogían 12.000 quintales de sal en los más de 20 vasos que estaban en funcionamiento, siendo también abundante la thenardita (SO4 Na2), nuevo mineral descubierto a principios de siglo en el lugar; además, los dos caseríos inmediatos, con sus correspondientes viviendas y dependencias auxiliares, constituían ya una importante colonia agrícola. Madoz, por su parte, reseña un molino harinero, llamado antaño de Matalobos y ahora del Rey, situado en el límite de la jurisdicción con San Martín de la Vega, mientras que, al finalizar el siglo, Marín Pérez nos habla de la elaboración de sosa y de la explotación de las minas de sal de Glauber, por las que la localidad era conocida. Muñoz, dos años después que Marín Pérez, aclara al respecto que se habían abandonado las minas denominadas Consuelo, Amparo y Protectora, situadas en la margen izquierda del Jarama -existía otro yacimiento en las Salinas de Espartinas-, desapareciendo también la fábrica de sales de sosa La Alcalina, de la cual quedaban las ruinas al pie del manicomio masculino, y una fábrica de jabones; pero, como contrapartida, menciona cuatro hornos de yeso, seis tahonas y una confitería con fábrica de gaseosas y cerrería.

Todos los cronistas de la época coinciden en la descripción que hacen de Ciempozuelos, por lo que deducimos que, hasta la fundación de los hospitales psiquiátricos, las variaciones en la morfología urbana debieron de ser mínimas. Miñano destaca como construcciones más significativas la parroquia, los conventos, el hospital, el pósito, un establecimiento del Real Patrimonio vinculado a la acequia del Jarama -en 1795 se unificó su gobierno con el del Real Sitio de Aranjuez, aunque la contaduría y tesorería, separadas, se encontraban en Ciempozuelos-, la fuente para el ganado y tres ermitas: además de las ya conocidas y consagradas a San Juan Bautista y a Nuestra Señora del Consuelo, en el inicio del camino de Valdemoro -actual calle Jerónimo del Moral- se levantaba la ermita de la Soledad. Cuyas imágenes formaban parte de la vistosa procesión del Viernes Santo, y de la que Madoz dice que “nada ofrece de particular”; quizás por esta razón fue sustituida desgraciadamente hace unos años por una moderna edificación.

El mismo cronista añade a la lista de Miñano el ayuntamiento, dos escuelas y la plaza Mayor, contabilizando un total de 300 casas, mientras que Marín Pérez aumenta el caserío hasta 480 edificios y nos habla ya del asilo de Nuestra Señora del Consuelo, fundado en 1864 con el objeto de “recibir a todas las pecadoras arrepentidas, cualquiera que sea su país, edad y condición que, por sus circunstancias excepcionales, no pudieran ser admitidas en otros establecimientos”; la institución estaba a cargo de la conocida comunidad de Oblatas del Santísimo Redentor, que, como sabemos, había ocupado el edificio del antiguo convento de Franciscanos. También menciona Marín Pérez dos posadas, cinco escuelas (dos de niños, dos de niñas y una de adultos), y por supuesto, los dos manicomios, uno para cada sexo, fundados por el recientemente canonizado San Benito Menni, hermano hospitalario de la Orden de San Juan de Dios.

El manicomio masculino abría sus puertas en 1877, ubicándose inicialmente en una finca situada en el extremo oriental del pueblo, próxima a la estación de ferrocarril y colindante por el norte con la carretera de Chichón, y sus edificaciones, en forma de T, se disponían en continuidad formando un conjunto de patios regulares ajardinados. Más tarde, a medida que aumentan las necesidades, el hospital adquiere nuevos terrenos (fundamentalmente el norte de los primitivos, separados de éstos por la carretera), dando lugar a un enorme recinto, cercado por tapias, en el que se sustituyen las antiguas construcciones por pabellones aislados y se levanta un gran número de dependencias auxiliares -molinos, lagar, graneros, vaquería, talleres, huerta, etc...- que posibilitan su funcionamiento como entidad autónoma, a modo de pequeña ciudad dentro del casco de Ciempozuelos.

En cuanto al manicomio femenino, su fundación más tardía -1881- y el hecho de que no estuviesen sus dependencias explican que tanto Marín Pérez como Muñoz sean mucho más escuetos en sus descripciones. Se situó en el borde sureste del núcleo de población, ocupando una superficie menor que la del hospital masculino, y limitaba al norte con la calle de la Virgen y al sur con el barrio de cuevas del Prado. La organización constructiva era la ya conocida a base de pabellones yuxtapuestos configurando patios más pequeños que los del manicomio de hombres y, aunque Marín Pérez relata que existían dependencias generales y una huerta, Muñoz, en 1891, nos aclara que no había ninguna de estas instalaciones. Tanto la administración como la asistencia personal a las enfermas y la limpieza de los edificios estaba encomendada a las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, mientras que de la farmacia se encargaban los funcionarios del hospital masculino; además, tal y como sucedía en éste, buena parte de los pacientes estaban pensionados por la Diputación Provincial.

Respecto al capítulo de infraestructuras, Ciempozuelos, a pesar del origen de su nombre, había tenido siempre dificultades para abastecerse de agua potable y, según relata Miñano a principios de siglo, sólo disponía de la que le proporcionaba el río Jarama. Posteriormente se surtió mediante cubas transportadas desde el vecino término de Valdemoro y, por los datos proporcionados por Muñoz, sabemos que el agua no llegó definitivamente al pueblo -procedente esta vez del paraje llamado La Ontanilla, en Torrejón de Velasco- hasta el 13 de marzo de 1890. Como consecuencia de ello, el lavadero público y el abrevadero de ganado, situados a espaldas de la manzana sur de la plaza Mayor y cuyas condiciones higiénicas -en parte por la proximidad del antiguo matadero instalado en el pósito- dejaban mucho que desear, fueron trasladados el mismo año 1890 al este de la iglesia, donde se construyó un tercer pilón para el lavado de la ropa con jabón. Más tarde se procederá a la remodelación de la antigua plaza de la Iglesia, para lo cual se derriban la vivienda y los corrales situados en su frente oriental, de manera que el nuevo recinto, rebautizado como plaza de Ventura Rodríguez, pueda acoger la fuente de aguas potables que, coronada por la estatua del arquitecto y fechada en 1898, existe actualmente. El monumento, cuyo autor fue J. Lluch, lleva en su pedestal cuatro lápidas que rememoran algunas de las obras proyectadas por el arquitecto en la capital: las fuentes de Cibeles, Neptuno y las Cuatro Estaciones, y la iglesia de San Marcos.

El alumbrado, por su parte, llegó a Ciempozuelos en septiembre de 1889, mientras que, en lo relativo a comunicaciones, el panorama descrito por Madoz a mediados de siglo no es demasiado halagüeño: nos indica que los caminos que se dirigen a las localidades limítrofes están en mal estado de conservación, reseñando como vía más importante la carretera general de Madrid a Andalucía, que pasa a ¼ de legua del pueblo. En ella existían un ventorrillo con una pequeña habitación, y la casa de postas, constituida en su mayor parte por cuadras para los tiros de diligencias. Muñoz, años después es más explícito en su crónica y de ella deducimos que se han producido algunas mejoras: en 1881 se efectuó la recepción oficial de la carretera de tercer orden, estatal, que comunicaba Ciempozuelos con Titulcia y Chinchón; además, la provincial nº 7, también de tercer orden, enlazaba con la general de Andalucía, figurando así mismo en el plan de carreteras la nº 36 que, desde la Cuesta de la Reina y en dirección sur-norte, debía llegar a San Martín de la Vega.

A pesar de ello, el acontecimiento más relevante del siglo en materia de comunicaciones fue, sin duda, la construcción de la vía férrea Madrid-Aranjuez. Los primeros pasos al respecto los había dado ya el marqués viudo de Pontejos en 1829, realizándose estudios y reconocimientos del terreno que se materializaron en un proyecto de 1830, pero problemas de financiación hicieron fracasar sus intentos; más tarde, en 1844, D. Pedro de Lara obtuvo una primera concesión para una línea Madrid-Aranjuez que se pretendía prolongar hasta Alicante y caducó así mismo por falta de capital para ponerla en marcha. En este momento, surge la figura del marqués de Salamanca, quién obtiene una nueva concesión el 6 de abril de 1845 y constituye una sociedad anónima en la que la participación extranjera es importante. Salamanca contrata al ingeniero D. Pedro Miranda, que será auxiliado por los ingleses hermanos Green en el proyecto final, y el 4 de mayo de 1846 comienzan las obras. Aunque de los 25 obreros que inician la explanación se pasa en poco tiempo a casi 6.000, dificultades de todo tipo hacen que los trabajos se paralicen a finales de 1847, exiliándose el marqués en junio del año siguiente, y no será hasta su regreso a España, en 1849, cuando se reanuden las obras, que cuentan ahora con un nuevo ingeniero, el francés Eugène Flachat. En 1850 se concluían éstas, efectuándose un viaje de prueba, precisamente hasta Ciempozuelos, que fue todo un éxito, y el 9 de febrero de 1851 la reina Isabel II y el gobierno en pleno, presidido por Bravo Murillo, realizaron, por fin, el viaje inaugural de ida y vuelta, con lo cual se ponía en funcionamiento el que iba a ser el primer ferrocarril de nuestra provincia. Es evidente que para todas las localidades del trayecto el nuevo medio de transporte iba a suponer el comienzo de una serie de transformaciones socioeconómicas de alcance inimaginable: basta con señalar que en el itinerario Madrid-Ciempozuelos realizado en diligencia se invertían alrededor de cinco horas de viaje, mientras que los tres trenes diarios que salían de Atocha, con capacidad de hasta 690 personas, empleaban unos cincuenta minutos.


Todas las descripciones más o menos pormenorizadas de la localidad efectuadas por los cronistas del siglo XIX se corresponden con el plano realizado hacia 1860-70 por la Junta General de Estadística con objeto de editar una Topografía Catastral de España. En él, se nos muestra el núcleo de población organizado en manzanas, con la parcelación interior de éstas y los nombres de las calles, así como las fincas rústicas numeradas con la indicación de los distintos tipos de cultivo. Desde la estación de ferrocarril, emplazada en el extremo oriental del pueblo y alejada del centro, parten dos vías más o menos paralelas que conducen a las plazas de Ciempozuelos: el camino Nuevo -más tarde carretera de Chinchón y actualmente avenida de San Juan de Dios-, en dirección a la plaza Mayor, y el paseo de la Estación, que, bordeado de acacias, nos llevaba a la plaza de la Iglesia o de Ventura Rodríguez. Al sur del paseo de la Estación y hasta el arroyo de San Cosme se extendía una amplia superficie de terreno destinada a huertas y tierras de cultivo, y próximo a ellas, junto al Cordel de las Merinas, encontramos el Cebadero, de grandes dimensiones. La plaza Mayor o de la Constitución era lógicamente el nudo del que partían las vías más importantes, entre las que destacaba la calle Grande -hoy Jerónimo del Moral-, auténtica espina dorsal del pueblo donde, además de los edificios ya conocidos, se levantaban, según nos informa años después Muñoz, las escuelas de niños del distrito Norte (Soledad) y el matadero municipal, y cuya prolongación hacia el norte era el conocido camino de Valdemoro. A la derecha de éste y ya separado del casco urbano se localiza el minúsculo barrio de las Cuevas de la Barrera, junto al que existían unas canteras de piedra, mientras que volviendo a la plaza y en dirección oeste nacían la calle del Marqués (la duquesa viuda de Santoña poseía allí una casa de labor con bodega, graneros, pajares y caballerizas) y la calle de la Pastelería, en cuyo último tercio, de acuerdo con los datos del mismo Muñoz, había una fuente de cuatro caños dorados. Hacia el sur y siempre desde la plaza Mayor encontramos la calle del Príncipe, que nos conducía al segundo barrio de viviendas con que contaba Ciempozuelos: el de las Cuevas del Prado (en 1887 el número total de cuevas rondaba las cien).

La plaza de Ventura Rodríguez no tenía todavía el trazado actual, pero de ella partía en dirección poniente la calle de San Sebastián, en la que, según Muñoz, se concentraban los mejores edificios del pueblo, “de dos pisos la inmensa mayoría, en correcta alineación, con variado balconaje”. Entre ellos destacaban la escuela de niñas, adquirida por el municipio en 1881, “con magnífica puerta de entrada y soberbio balcón sobre ella”, y el desaparecido Teatro Ventura Rodríguez, sede de la Sociedad Dramática e inaugurado el 1 de enero de 1891 con 300 localidades, “bonita embocadura (...), un caprichoso y bien pintado telón de boca, y varias decoraciones al temple”.

Otras vías importantes que aparecen en el plano de la Junta General de Estadística son la calle de la Virgen, paralela y en su último tramo, cerca ya de la ermita de Nuestra Señora del Consuelo, concluyente con la calle de San Sebastián, y la calle de las Peñuelas, en dirección NO-SE desde la plaza Ventura Rodríguez, donde encontramos el ya conocido hospital de la Purísima Concepción, del que Muñoz destaca sus “varias salas para cirugía y medicina (...); abundantes y bien acondicionadas camas; médico, medicinas y alimentos para los pobres enfermos”. Por la reseña del cronista deducimos que su situación había mejorado en los últimos años, ya que estaba subvencionado por el Ayuntamiento y el vecindario contribuía en su mantenimiento con suscripciones, rifas, donativos, etc... Cerca del hospital se hallaba la también desaparecida casa-escuela de niños del distrito del Sur (Consuelo), con el escudo episcopal sobre la puerta por ser un legado del obispo D. Manuel Artalejo.

Esta trama urbana, jerarquizada y organizada radialmente desde las dos plazas del pueblo, se ve acompañada de calles secundarias y fondos de saco en los que se encuentran las entradas de cuadras, corrales y demás dependencias agropecuarias, imprescindibles para el desarrollo económico del lugar. Además, había bastantes huertas e higueras hacia el sur, y rodeaban el casco por esta misma orientación y por el oeste numerosas eras, muy concurridas en verano por los trilladores, mientras que los caminos que partían del pueblo nos llevaban a las fincas de cultivo y uno de ellos, por poniente, hasta unas canteras cercanas. Recordemos que en el término municipal se podían localizar importantes caseríos, ya citados por Madoz: los sotos de Gutiérrez y del Parral con sus respectivas casas, donde la caza era abundante, las casas de San Antón o la casa del Conde, antiguo caserío de Atarés y propiedad del conde homónimo.

Si comparamos el plano realizado por la Junta General de Estadística con el elaborado en 1923 por el Instituto Geográfico observaremos importantes novedades. En primer lugar destaca la presencia en la trama de los dos hospitales psiquiátricos establecidos en Ciempozuelos desde finales del siglo anterior: el masculino ocupa una superficie mayor que la del casco urbano y se organiza en varias manzanas; la mayor, en la que, además de los pabellones, existían huertos, jardines y viñas, tenía un perímetro irregular, lindando sus tapias por el este con la vía férrea. El femenino, por su parte, ocupaba otras tres manzanas de superficie similares, perfectamente integradas en el tejido urbano y separadas entre sí por las calles Jardines y Corazón de Jesús, y limitaba al sur con un área más degradada. Colindante con el barrio de las Cuevas del Prado, donde abundaban los vacíos urbanos y las callejuelas tortuosas.

En las afueras del pueblo, junto a la ermita de Nuestra Señora del Consuelo, de la cual toma el nombre, encontramos un nuevo conjunto de cuevas -por tanto, con las de la Barrera, eran ya tres los asentamientos de este tipo-, mientras que al norte, una vez finalizada la calle Jerónimo del Moral, comenzaba el paseo arbolado que nos conducía al cementerio. El antiguo, junto a la iglesia, era de reducido tamaño y el gobernador civil de la provincia, al visitar Ciempozuelos en 1885 con motivo de la epidemia de cólera, ordenó su inmediata clausura. En principio se encargó el Ayuntamiento de elaborar el proyecto y convocar la pertinente subasta, pero finalmente fue la parroquia quien llevó a cabo su construcción en un enclave situado a unos 400 m. del borde urbano, inaugurándose en 1891. Su perímetro es irregular y adosados al muro norte encontramos un conjunto de edificaciones y áreas diferenciadas, como la capilla de las Oblatas, el panteón de la familia Artalejo, fechado en 1893, o los recintos de enterramiento para las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús y para los Hermanos de San Juan de Dios, separados por la llamada capilla de los frailes. El cementerio tiene también algún panteón interesante, así como un curioso monumento a los Caídos, de forma cúbica y formado por ocho piezas de hormigón visto separadas superficialmente por bandas de terrazo más oscuras. Más tarde, adosado al norte, se construyó un segundo camposanto, propiedad de la Orden de San Juan de Dios y reservado para los religiosos y enfermos del hospital.

Para finalizar este repaso al plano de 1923 podemos reseñar la aparición de las primeras viviendas situadas frente a la vía férrea, así como una nueva estación, al otro lado de la de viajeros, propiedad de la Sociedad Azucarera de La Poveda. El tren, de vía estrecha (0,60 m.), unía Ciempozuelos con la fábrica, situada a 22 km. en el término municipal de Arganda, y transportaba en los pequeños vagones tirados por una máquina de carbón la remolacha procedente de las vegas de nuestro pueblo y de los vecinos Seseña y Añover de Tajo. La concesión había sido otorgada en 1908 por un plazo de 99 años y el ferrocarril recogía también la barrilla producida en Ciempozuelos necesaria para limpiar las instalaciones de la fábrica La Poveda.

Los datos de población que nos proporciona Ortega Rubio correspondientes al censo de 1910 dan una idea de la relevancia que tenían ya los dos hospitales psiquiátricos y el asilo en el municipio: de los 5.271 habitantes registrados, sólo 3.631 lo eran de derecho, A pesar de ello, el incremento demográfico respecto a las cifras del siglo pasado había sido notorio, en buena parte gracias a la llegada del ferrocarril, que aumentó notablemente la riqueza del lugar (Ortega Rubio dice al respecto que era uno de los pueblos mejor administrados de la provincia, habiendo entrado “en un período de verdadero progreso”).

La vega del Jarama proporcionaba los recursos económicos habituales y, pese a que las últimas décadas del siglo XIX son de poca actividad en las obras del canal, en 1910 se acometerá por fin su prolongación a partir del entronque con la acequia de la Media Luna y siguiendo el trazado original que se había abandonado en el pasado. En años sucesivos se van completando distintos tramos, a la vez que se procede a la reparación y revestimiento de los ya existentes -para salvar el paso en la zona de sumideros hubo que construir finalmente un acueducto formado por secciones de hormigón en U-, con objeto de llevar el riego hasta tierras toledanas, tal y como preveía el proyecto primitivo. De las edificaciones antiguas todavía se conservan en el término de Ciempozuelos algunas casas de guardas -con sus muros encalados y refuerzos de ladrillo en esquinas y huecos-, así como tramos de la propia acequia donde la fábrica de ladrillo vista se ve interrumpida, aproximadamente cada 20 metros, por cadenas de mampostería.

Durante la Guerra Civil Ciempozuelos permanece bajo dominio republicano hasta que el 6 de febrero de 1937, en plena batalla del Jarama, cae en manos del ejército nacional. Los combates se sucedieron en la zona hasta el día 25 -el cercano cerro del Pingarrón, que dominaba la carretera de San Martín de la Vega a Morata de Tajuña, fue uno de los objetivos más codiciados- y como al finalizar la batalla ninguno de los dos bandos había logrado sus objetivos, el pueblo permaneció prácticamente en línea de fuego hasta el fin de la guerra. Además de las pérdidas humanas, las materiales también fueron cuantiosas: edificios como la iglesia parroquial o el convento de Clarisas sufrieron importantes daños y el censo de 1940 -5.300 habitantes- refleja un ligero descenso en la población respecto a años pasados. Pero esta situación fue transitoria ya que las décadas siguientes van a suponer una época de importante desarrollo económico y urbano, con un crecimiento generalizado hasta mediados de los años 60. Hacia el norte el caserío se extendió por ejes ya consolidados en el pasado -calles Jerónimo del Moral y Amargura (hoy Santa Clara)- o teniendo como límite nuevos viarios -calle Colegiata- que definían un perímetro urbano anguloso e irregular. Por el oeste, sin embargo, encontramos algunas actuaciones planificadas en la posguerra, como el grupo de 50 viviendas unifamiliares José Antonio, que dieron lugar a un borde bien delimitado en dirección norte-sur: la calle de las Estrellas. Para finalizar, en el sur el crecimiento se materializó a espaldas de las cuevas del Prado, con manzanas muy alargadas y de poco fondo que llegan a las calles Palomero, Amapola o Margarita, a la vez que se colmataba el destartalado entramado urbano -calles del Dr. Andrajo, Pintor, San Pedro...- situado junto al hospital femenino. Este desarrollo más o menos anular se veía frenado en el sector oriental por la presencia del hospital masculino, las huertas situadas al sur de éste y, por supuesto, la vía férrea.

Todo el crecimiento urbano descrito anteriormente tiene su reflejo, como es lógico, en el censo de población que nos proporciona el Diccionario Geográfico de España: 9.003 habitantes en septiembre de 1958, entre los que se incluyen nada menos que 3.713 personas recluidas en los manicomios y en el asilo de Oblatas. La misma fuente reseña que, en compacto, había 651 edificios destinados a vivienda, 48 a otros usos y 313 chozos, detectándose importantes mejoras desde 1940: las calles estaban pavimentadas y con red de alcantarillado, había sido ampliado el alumbrado público y se habían construido algunas viviendas protegidas así como un grupo escolar (el existente en el Parque del Pilar, junto a la iglesia). Aceña y Muro, autores de la “Geografía Médica de Ciempozuelos” publicada en 1953, nos proporcionan más datos al respecto: la citada escuela -había otras cinco más- se estaba levantando en esas fechas en el mismo lugar que antes ocuparon el lavadero y el abrevadero municipales, por lo que éste había sido sustituido por uno nuevo (no así el lavadero).

El abastecimiento de aguas se efectuaba desde Griñón -a partir de 1926- y Valdemoro, y en el pueblo se contabilizaban hasta cinco fuentes de las que se surtían sus habitantes, puesto que sólo un reducido número de casas contaba con agua corriente. Por lo general en casi todas las viviendas había pozos de aguas salitrosas, sólo empleadas en los trabajos domésticos, y los ya conocidos manantiales de Buzanca seguían proporcionando el líquido elemento a los servicios sanitarios del manicomio masculino.

La misma “Geografía Médica” cita como construcciones importantes, además de las ya conocidas, el Ayuntamiento con su torre del reloj, dos cinematógrafos habilitados como salas de fiestas, la Casa-Cuartel de la Guardia Civil, el edificio de Correos y Telégrafos, y el de Teléfonos. De la vieja clínica-hospital de Nuestra Señora de la Concepción se nos dice que pertenecía a la Diputación Provincial, resultando ya insuficiente para Ciempozuelos, que necesitaba por esas fechas un hospital más amplio y con servicios más completos.


En lo relativo a actividades económicas, la agricultura continúa desempeñando un papel fundamental. La propiedad de las tierras estaba bastante repartida y en las 1.484 ha. de regadío -superficie similar a la existente a finales del siglo XIX-, aparte de los productos tradicionales, encontramos otros como el maíz, los espárragos o la remolacha, que se destina íntegramente a la fábrica de azúcar de La Poveda; además, a principios de los 50, se inició una campaña para incrementar la producción de fruta. El Diccionario Geográfico menciona las consabidas cabañas ganaderas y cinco granjas avícolas, mientras que, en el capítulo destinado a minería, destacan las antiquísimas Salinas de Espartinas: dos largas galerías, llamadas Mina Grande y Mina Chica, penetraban en la formación yesosa de la montaña y mediante toscos canales de madera, tal y como se hacía en el pasado, el agua era conducida a las doce balsas de evaporación, obteniéndose unos 30 o 40 vagones de sal común y 15 de sulfato sódico, datos éstos proporcionados por la “Geografía Médica de Ciempozuelos”.




También se explotaban unas canteras de arena y grava en la ribera del Jarama, junto a la carretera de Titulcia, así como otras de yeso, a unos 800 m. al sur del pueblo, razón por la cual funcionaba una pequeña fábrica de este material con un horno y un molino accionados por motor eléctrico (el Diccionario Geográfico, cuatro años después, habla ya de dos fábricas). El resto de establecimientos industriales lo formaban una tenería para el curtido de pieles, varios molinos de aceite y harina, una fábrica de hielo llamada “El Polo Norte”, otras de vinos, aguardientes y alcoholes, dos de gaseosas, una de quesos -al sur del casco urbano-, una de losetas y tubos de cemento -Fábrega-, otra de tejas y ladrillo, y para finalizar, las dos de mayor entidad: COCSA, que fabricaba piensos compuestos y está situada frente a la estación ferrocarril, y la desaparecida “Sociedad Anónima Maltería de Nuestra Señora de los Ángeles”, en la calle Doctor Rivas, cuya producción (60.000 kg. diarios de malta) se enviaba a Madrid a la fábrica de cervezas “El Águila” y a la de dietéticas infantiles “Max”. En ella trabajaban además del equipo directivo y el personal administrativo, 45 obreros, y disponía de talleres propios de carpintería y mecánica para reparar la maquinaria en uso.

Este tímido proceso industrializador iniciado en Ciempozuelos en los años 50 va a tener continuación en las décadas siguientes, gracias a su favorable situación geográfica y a las buenas comunicaciones con la capital. Hasta finales de los años 70 surgirán nuevos asentamientos en las proximidades del casco urbano -frente a la colonia de San Benito se instaló la fábrica de pan Pancisa, y al NO, apoyado por la carretera M-404, encontramos el polígono industrial “Los Huertecillos”, sede de la ya citada Fábrega y de la granja Dos Torres, que tras ser vendida fabricó bolsos-, mientras que junto a la carretera de Andalucía, a lo largo de los dos kilómetros escasos que discurren por el término, se construyen una fábrica de yesos y escayolas, una granja de cerdos, almacenes de tejidos, etc...

Paralelamente se produce, como es lógico, un nuevo crecimiento del caserío, que tendrá en el sector oeste -barrio de Belén- su mejor exponente, aunque también encontramos otros ejemplos al norte, como las viviendas unifamiliares del barrio de la Soledad (nueve de ellas se reservarán para maestros) o la colonia de San Benito (para los trabajadores de Fábrega). Es la época del suelo barato, el despegue de las viviendas en bloque y la continua aparición de promociones como Covalsa, Muro S.A., Burgos, Residencial Nilo, Ontasa, etc..., aunque al mismo tiempo subsisten tipologías propias del pasado: a principios de los 80 todavía se contabilizaban más de 70 cuevas.

Todo ello ha hecho de Ciempozuelos uno más de los municipios que componen el cinturón industrial del sur de Madrid, a la vez que una ciudad-dormitorio que se beneficia de su cercanía a la capital y ha visto cómo su población seguía aumentando durante los últimos años.

Así mismo, en el medio rural también han sido numerosas las transformaciones. Aunque el sector primario acusa una fuerte tendencia a la baja, todavía existen importantes instalaciones agropecuarias, fundamentalmente en las grandes fincas históricas situadas en la vega del Jarama (algunas de ellas, como el Soto Gutiérrez, crían todavía reses bravas). Yacimientos antaño importantísimos como el de Salinas de Espartinas, han sido definitivamente abandonados, desapareciendo con ellas los caseríos y la antigua ermita de San Juan Bautista. Por su parte, la fábrica de azúcar de La Poveda se mantuvo en funcionamiento hasta la campaña 1971-72 y al cerrar sus instalaciones, dejó de circular el ferrocarril de vía estrecha, derribándose la estación años después.

Respecto al sector terciario, es actualmente el mayoritario, proporcionando trabajo a un 61,7% de la población activa, aunque, siguiendo la tendencia general, conforme aumenta el número de establecimientos, disminuye progresivamente el de empleos. También es significativo el campo de la construcción, por la alta demanda de viviendas -en un gran porcentaje unifamiliares- experimentada los últimos años.

El instrumento de planeamiento vigente en Ciempozuelos son las Normas Subsidiarias. El modelo de ordenación no ha variado sustancialmente con relación al diseñado por el anterior planeamiento y así, en lo relativo a accesibilidad, plantea descongestionar la malla viaria mediante un cinturón de ronda que sirva de complemento a la variante de la M-404, ejecutada durante el período de vigencia de las últimas normas para evitar el tránsito de vehículos en el interior del casco. Por otra parte se pretende potenciar el uso de ferrocarril, razón por la cual se ha construido recientemente un nuevo aparcamiento en la estación de cercanías, que ha visto cómo aumentaba casi un 40% el número de viajeros entre 1994 y 1998.

El suelo industrial se situará fuera del cinturón de ronda para evitar conflictos con las áreas residenciales, apoyándose en la carretera M-404 y en las infraestructuras ya presentes al NO, en el actual polígono, de forma que el suelo vacante ofertado por las Normas superará al ocupado por las industrias ya en funcionamiento. Además, en la carretera de Andalucía se ha reservado una superficie de otras 2.000 ha. para crear en el futuro un parque empresarial que incluirá zonas industriales y de ocio.

El crecimiento del suelo residencial se planifica mayoritariamente en el interior de la ronda, en los bordes sur y oeste, buscando la deseable continuidad con la red viaria existente, a la vez que se conserva la trama del casco antiguo y se promueven algunas operaciones de reforma interior encaminadas a modificar alineaciones, permeabilizar manzanas de excesivo tamaño para obtener espacios públicos o renovar edificaciones inadecuadas

También se presta especial atención a las dotaciones, con propuestas ya materializadas como la Ciudad Deportiva, en el camino de la Cuesta, al sur del casco, donde se han edificado el nuevo pabellón cubierto, pistas polideportivas, campos de fútbol y piscinas; la residencia de ancianos “Casa Quinta”, junto al hospital psiquiátrico, y el mencionado aparcamiento de la estación de ferrocarril. Esta política no es sino continuación de la emprendida en décadas anteriores con objeto de subsanar el déficit de equipamientos que caracterizaba a Ciempozuelos: en los últimos años se construyeron, entre otros, el nuevo Ayuntamiento, el Centro parroquial, colegios de educación infantil y primaria, el instituto Juan Carlos I, la Casa de la Cultura, el Centro de Salud, la Sala Multifuncional o, a nivel ya comarcal, la estación depuradora del Soto Gutiérrez. Además, espacios urbanos de cierta importancia fueron remodelados: en la plaza de Ventura Rodríguez, por ejemplo, la nueva ordenación realizada en 1987 redefinió los trazados, manteniendo elementos valiosos como el arbolado y el monumento-fuente que se erige en auténtico hito o referencia espacial. Otro ejemplo mucho más reciente es el Parque de San Juan de Dios -enclavado entre la avenida homónima y el paseo de la Estación, y antaño propiedad del hospital masculino- que conserva su masa arbórea y se estructura en plataformas a diferente nivel, recuperándose también un antiguo kiosco rodeado de un auditorio.

Para finalizar, las Normas Subsidiarias son conscientes de la pervivencia de actividades agrarias tradicionales -hasta hace pocos años base de la economía local- necesitadas actualmente de apoyo y revitalización, por lo que han mantenido el carácter especialmente protegido del suelo no urbanizable que forma la vega del Jarama en el término municipal, alcanzando también esta protección a vías pecuarias, descansaderos, caminos rurales y enclaves con importante patrimonio arqueológico. Complemento indispensable de las Normas es la Ley del Parque Regional del Sureste, aprobada por la Asamblea de Madrid en 1994, que, a pesar del escaso desarrollo de su Plan de Ordenación de Recursos Naturales, debería ser la herramienta legal que vele por la integridad de los espacios de valor medioambiental existentes en Ciempozuelos.

CIEMPOZUELOS

El término municipal de Ciempozuelos está situado en el sur de la Comunidad de Madrid y tiene una extensión de 49,60 km2. Pertenece a la denominada Sagra madrileña, cuyo límite geográfico es el río Jarama, y linda al norte con San Martín de la Vega y Valdemoro, al este con Titulcia y Chinchón, al sur con Aranjuez y Seseña (Toledo) y al oeste de nuevo con Valdemoro.

El paisaje, como es habitual en La Sagra, nos ofrece una topografía llana, con pequeñas colinas entre las dos zonas en que se divide el territorio: la vega del Jarama en la mitad oriental y la meseta en la occidental. Los cerros más importantes son Butarrón (656 m.) en el extremo nordeste y La Peñuela, Palomero y Legaña al sur.

Respecto a la hidrografía, el cauce más reseñable lo constituye el mencionado río Jarama, que, en buena parte de su curso, define el límite este de Ciempozuelos y forma una vega de gran valor ambiental. Sus dos afluentes -de escaso caudal- son los arroyos Palomero, en el área central del territorio municipal, y del Valle Grande, en el sur y procedente del término de Seseña. Además, el canal del Jarama discurre paralelo y alternante al río hasta desembocar en el Tajo, regando con sus múltiples derivaciones -acequias de la Media Luna, de Matalobos (que sirve de lindero con San Martín de la Vega), de Serrano; caceras de la Huesa, de las Moreras, etc...- más de 2.000 ha. de vega. La vegetación dominante en la vega es la propia de los valles fluviales: especies como plátanos, olmos, chopos, álamos, castaños de Indias, tilos o tarayes crean espacios naturales de gran belleza y valor ecológico enclavados en el denominado Parque Regional del Sureste (ejemplos son los sotos Gutiérrez, de la Chopera, del Parral y de las Arriadas). En la meseta, sin embargo, el panorama es muy diferente: la estepa salina, en la que son abundantes el cardo, el sisallo rojo y las compuestas, queda envuelta por el esparto o las gramíneas, hasta llegar a áreas de matorral donde predominan las labiadas aromáticas. Además, la aparición de terrenos yesíferos da lugar a eriales en los que la única explotación posible vuelve a ser el esparto, de manera que más de 1.400 ha. del territorio son prácticamente yermas o no aptas para el cultivo.


Las vías de comunicación más importantes son la autovía A-4 (Madrid-Cádiz) que discurre por el oeste del término municipal a lo largo de tan sólo un par de kilómetros; la M-404, que tiene su intersección con la autovía en el p.k. 30 de ésta y tras rodear el casco urbano de Ciempozuelos se dirige en dirección NO-SE hacia Chinchón, y la M-307, cuyo trazado, en parte paralelo a la vía férrea Madrid-Alicante, nos conduce por el norte a San Martín de la Vega y por el sur a la A-4. Como es habitual en los núcleos rurales de carácter agrícola, existe también una tupida red de caminos vecinales, empleados para acceder a las fincas de cultivo y, en el pasado, para comunicar el pueblo con los lugares colindantes. Entre éstos podemos destacar el camino de Postas, que alcanzaba la carretera general, hoy autovía, en el Km. 32, y el de Ciempozuelos, que lo hacía en el Km. 27, utilizados en los viajes a Toledo y Madrid respectivamente; además, las -en su tiempo- importantes Salinas de Espartinas, al sur del municipio, contaban con un camino particular que las unía a la carretera general en el Km. 31. Otros caminos destacables son los del Molino del Rey, de Entreviñas, del Soto Gutiérrez y del Portillo de los Guijos por el norte; de San Antón, del Soto de la Chopera, Hondo del Soto del Parral y del Soto de las Arriadas por el este; del Boquete Charra, de las Chozas, de las Carretas, de las Moreras, de la Cuesta Alta, Alto de Palomero, de los Corrales de Pachón y de Matagallegos por el sur, y de la Asomadilla, de la Oliva, de Vaciasilos, de los Cestos y de Borrebruno por el oeste.

La ya mencionada vía férrea Madrid-Alicante discurre, en principio, por el lindero de Valdemoro, para posteriormente variar su rumbo en dirección norte-sur, separando la vega del Jarama de los terrenos de secano. El núcleo urbano dispone de estación en la línea de Cercanías C-3 (Atocha-Aranjuez), por lo que las comunicaciones con la capital, de la cual dista 34 Km. por ferrocarril, son excelentes.

La densa trama de vías pecuarias tiene en los cordeles de las Merinas o de Palomero, de los Manchegos y de las Cárceles sus más notables representantes. El primero nace de una encrucijada o nudo viario constituido por el propio cordel, la Vereda Larga de los Cerros o de Gózquez y la Vereda de Sacejo o de la Huerta, en la llamada falda del Cerro Castillejo, enclave que sirve de límite con el término de Valdemoro. Desde aquí, y tras atravesar el puente del ferrocarril Madrid-Alicante, cruza el casco urbano de Ciempozuelos por el Barrio de las Cuevas del Prado hasta llegar al arroyo de Palomero, donde se encuentra el descansadero-abrevadero homónimo. A partir de este momento bordea los cerros que definen el tránsito a la vega del Jarama y, ya en dirección este-oeste, atraviesa la autovía A-4 penetrando en el término de Seseña.

El Cordel de los Manchegos, procedente de San Martín de la Vega, entra en Ciempozuelos cruzando la acequia de Matalobos y toma rumbo norte-sur discurriendo entre caceras y caminos que nos llevan a los cercanos sotos Gutiérrez, de la Chopera y del Parral. Llega finalmente a la dehesa o soto de las Arriadas y atraviesa el río Jarama por el vado de Bayona para, ya en la jurisdicción de Titulcia, enlazar con la Cañada Real Galiana.

El Cordel de las Cárceles, por su parte, arranca del Cordel de las Merinas o de Palomero, atravesando el arroyo del mismo nombre hasta que, en los chozos de Cuesta Vieja, se ensancha sirviendo de descansadero de ganado. Continúa en dirección este-oeste y cruza sucesivamente la vía férrea Madrid-Alicante, la cacera de Serrano, la carretera de San Martín de la Vega y las acequias del Jarama y de la Media Luna. Tras llegar a la finca El Sotillo, finaliza su recorrido en el río Jarama, colindante ya con el término municipal de Titulcia.


Además de estos tres cordeles, hay otras seis veredas que completan la red de vías pecuarias. La Vereda de Sacejo o de la Huerta comienza en el ya citado nudo viario situado a los pies del Cerro Castillejo y sigue su curso por el trazado del antiguo ferrocarril de La Poveda en dirección oeste-este. Tras atravesar la acequia del Jarama cruza el Cordel de los Manchegos en el soto de Las Arriadas para finalizar en el río Jarama. La Vereda de la Casa del Conde nace del Cordel de las Merinas o de Palomero, en el sur del término; toma rumbo NO-SE hacia las Salinas de Espartinas para cruzar la Carretera M-307, la vía férrea Madrid-Alicante y la acequia del Jarama y, tras servir de linde con Seseña atravesando la finca Casa del Conde, termina, como la anterior, en el Jarama. La Vereda de Peñalba o del Parral, de corto recorrido, tiene su inicio en el Cordel de los Manchegos y, con dirección O-E, atraviesa el soto de la Chopera hasta el río Jarama a la altura de la isla de Peñalba, donde existe un descansadero-abrevadero de ganados. La Vereda Larga de los Cerros o de Gózquez también parte de la falda del Cerro Castillejo, sirve de límite con el término de Valdemoro y continúa por el norte en San Martín de la Vega. Las dos últimas vías presentes en el término son la Vereda del Soto de Valdemoro al Puente de Palo, que procedente de Valdemoro atraviesa sucesivamente la Vereda Larga de los Cerros, la carretera de San Martín de la Vega, la acequia del Jarama y el Cordel de los Manchegos, siempre en dirección O-E, hasta llegar al soto Gutiérrez y finalizar en el río Jarama, y la Vereda del Cacerón de Matalobos, al norte del término, que desde el camino de Entreviñas delimita el lindero con San Martín de la Vega al discurrir paralela a la citada acequia, cruza el Cordel de los Manchegos y termina también en el Jarama.

El núcleo de Ciempozuelos se encuentra situado en una suave ladera al borde del valle del Jarama, frente al Cerro Castillejo, y su caserío se extiende básicamente en las direcciones sur y oeste. Dos son las infraestructuras que han acotado su crecimiento: por una parte la Carretera M-404, que anteriormente cruzaba el pueblo y ahora lo bordea por el norte y este, y por otra la vía férrea Madrid-Alicante, auténtico borde urbano que discurre también por el límite oriental del casco impidiendo, junto a las cercanas terrazas del valle, el desarrollo de esta zona.

Respecto al origen del topónimo, todas las fuentes consultadas son unánimes: en el paraje conocido como Buzanca, a unos 2 Km. del núcleo, comenzaba un canal que, en el pasado, surtía de agua a la fuente de la plaza del pueblo; como el manantial no era abundante se construyeron numerosos pozos que proporcionaron, además del suficiente caudal, el nombre a la localidad.